“Porque no hizo una sabrosura huarjata, recibió nutridos palos la cocinera”
“Una criatura es salvajemente flagelada por su patrona”
“Entre otros sistemas de castigo, una cruel patrona aplicó el de la plancha caliente”
Citado en Díaz, 2017
Son algunos de los titulares que ocupaban los periódicos de la época, en los que se puede evidenciar el racismo y violencia al que eran sometidas las trabajadoras del hogar, las mujeres de pollera. Además, tenían prohibido el ingreso a espacios públicos como cines, plazas, entre otros, reservados exclusivamente para la burguesía. Una disposición municipal que prohibía a “las cholas” subir con grandes bultos al tranvía de La Paz fue la gota que derramo el vaso, la gota que rompió el silencio de aquellas valiosas mujeres frente a los abusos.
La edición del 31 de julio de 1935 del periódico El Diario informó de la siguiente manera la disposición (Citado en: Wadsworth, 1989):
“Evitarse las infecciones en los tranvías Queda terminantemente prohibido permitir la subida a los coches con cualquier bulto voluminoso que pueda entrar en contacto con los demás pasajeros, así como las personas con muestras visibles de desaseo o cuyas ropas puedan contaminar a los demás pasajeros o despidan mal olor. Cualquier pasajero tendrá derecho de exigir que los cobradores hagan salir del coche tales personas (…). Firmado V. Burgaleta, Ingeniero-Director”
La indignación no se hizo esperar y desembocó en que un grupo de mujeres, encabezado por Rosa Rodríguez y Petronila Infantes, fundarán el Sindicato de Culinarias y Sirvientas un 15 de agosto de 1935, en rechazo a la disposición municipal que consideraban racista y clasista (Diaz, 2017).
Huáscar Rodríguez (2007:72) describe el suceso de la siguiente forma: “[la movilización] surgió a raíz de una prohibición municipal decretada a fines de julio, que proscribía a las cholas subir a los tranvías bajo el pretexto de que incomodaban a las ‘señoras’ rasgándoles las medias con sus canastas y ensuciando sus vestidos. Este hecho generó la reacción indignada de las trabajadoras cocineras, quienes se concentraban masivamente en los mercados cuando iban a realizar las compras […]”.
Ante la disposición municipal, las culinarias argumentaron que el trasporte público paceño era para las clases populares, ya que las clases adineradas se transportaban en automóviles particulares. La edición del 24 de agosto de 1935 del periódico La República informó de la siguiente manera los resultados alcanzados (Citado en Wadsworth, 1989):
“Las protestas y manifestaciones de las culinarias organizadas no fueron en vano. Finalmente ellas ganaron la pelea. Las autoridades resolvieron que nuevamente podían trasladarse en el tranvía”.
Tras su victoria, el Sindicato de Culinarias y Sirvientas fortalecería su lucha por los derechos de sus afiliadas (horas de trabajo y salario). Entre algunas de las más importantes victorias que alcanzaron, se puede mencionar “el reconocimiento del arte culinario como profesión, la creación de guarderías gratuitas, el derecho al descanso los domingos, el derecho al divorcio, la igualdad entre hijos legítimos e hijos naturales, la destitución de autoridades municipales que abusaban de las vendedoras a través de la policía y la abolición de la obligatoriedad de carnet de identidad y “’carnet de sanidad’” (Navia, 2021).
Sobre este último caso, las autoridades pretendieron obligar a las trabajadoras del hogar a obtener un carnet sanitario, el cual debía ser emitido por la policía, previo un proceso de revisión en el que debían desnudarse frente a los evaluadores (policías). El Sindicato manifestó su rechazo, indicando que dicho examen debía estar a cargo de médicos y que debería ser pagado por “los patrones”. Amenazaron con huelgas y movilizaciones, hasta que la disposición fue anulada.
Aprender a leer y escribir fue una de las principales preocupaciones de las afiliadas al sindicato, por lo que mientras estuvo en vigencia pidieron a las librerías donación de libros para su biblioteca. Otra victoria de la organización, que era de tendencia anarcosindicalista, se produjo en 1941, año en que la Cámara de Diputados aprobaría la petición de construir casas cunas para que las trabajadoras puedan dejar a sus hijos e hijas. Sin embargo, la lucha por sus derechos no siempre terminó en regocijo. Una muestra de los “costos” de la lucha fue la muerte de una de las afiliadas, Doña Francisca, quien fue apresada después de una protesta y encarcelada en una celda fría y húmeda; luego de ser bañada con agua fría y sumado a una enfermedad que padecía, perdería la vida.
El Sindicato de Culinarias y Sirvientas marcó un hito en la organización de los sindicatos femeninos en el país, pues a raíz de su fundación se fortaleció la denominada Federación Obrera Femenina (FOF) y se crearían similares organizaciones en representación de las trabajadoras floristas, lecheras, etc.
Bibliografía
Díaz, G. (2017). Sindicato de Culinarias: mujeres en la lucha del pueblo boliviano. La tinta. Navia, F. (2021). Trenzando dignidad. Crónica de luchas y conquistas de las cholas anarquistas. KAOSENLARED. Rodríguez, H. (2007). El Anarcosindicalismo en el movimiento obrero boliviano (1912 - 1964). Revista Andina. N°45, 67 – 91. Wadsworth, C. e Ineke, D. (1989). Agitadoras del buen gusto: Historia del sindicato de culinarias. Tahipamu – Hisbol. La Paz. (resumen)RECURSOS MULTIMEDIA