“La primera batalla a ganar es dejar participar a la compañera, al compañero y a los hijos en la lucha de la clase trabajadora, para que este hogar se convierta en una trinchera infranqueable para el enemigo”.
Domitila Barrios Cuenca
Nació el 7 de mayo de 1937, en la mina Siglo XX, ubicada en la localidad de Llallagua, departamento de Potosí. Hija del Benemérito de la Patria y dirigente sindical, Ezequiel Barrios, y de Nieves Cuenca. Domitila “sufrió los rigores de la vida minera, llena de carestía, pero sobre todo del rigor de la represión por sus ideas políticas [, siendo] perseguida, torturada, vejada (…)” (Oporto, 2017) en reiteradas ocasiones. Madre de once hijos e hijas, tres de los cuales murieron en circunstancias terribles, producto de la represión, y otro por enfermedad (KAS, 2008).
Cerca a sus diez años empezaba recién la escuela, momento en que su madre fallece dando a luz a su quinta hija. Fuera del dolor de esa pérdida las hermanas fueron rechazadas, consecuencia de la postura patriarcal y machista predominante: “Muéranse, hijitas. Para qué sirven… Las mujeres no sirven… A esta vida hemos venido a sufrir”, les dijeron. Tristes, preguntaron a su padre “¿para qué hemos nacido mujeres nosotros?” [sic]. Domitila relata que su padre se enojó, pidiéndoles que no hicieran caso a comentarios de “gente ignorante”; e interrogándoles “¿qué les falta? ¿Por qué no van a poder hacer nada? Tienen igual que el hombre, todo” (Garcés, 2012; citado en Albó, 2018).
La muerte de su madre hizo que Domitila tuviera que encargarse del cuidado y crianza de sus cuatro hermanas menores y abandonar la escuela, porque su papá no ganaba lo suficiente. A pesar de la difícil situación, incluso a pesar del profundo dolor y culpa por haber perdido a su última hermana producto de una intoxicación, mientras ella estaba ausente del hogar intentando continuar sus estudios, perseveró. Ella recuerda que su papá “siempre se preocupó” por la formación de sus hijas; les decía, además, que tenían “los mismos derechos que los hombres (…) [que podían] hacer las mismas hazañas que hacen los hombres”. En el colegio encontró un aliado, un amigo, un profesor que le ayudó con los materiales hasta que pudo terminar sus estudios en 1952 (Viezzer, 2018).
En 1957, Domitila y su esposo (concubino), René Chungara Barrios, se trasladaron a su natal Llallagua, a la mina Siglo XX. Acá “comencé a interesarme, a darme cuenta de la pelea y los sufrimientos que tenía la gente (…). Siglo XX me hizo comprender la sabiduría del pueblo” (Viezzer, 2018), asegura Domitila. Será en esta mina donde germinará la líder minera, que no sólo se enfrentó a gobiernos democráticos y dictatoriales, sino —junto a sus compañeras— contra el machismo e invisibilización de sus propios compañeros mineros, contra la iglesia —como los testigos de jehová—, incluso contra su propio género, mujeres de las minas y del área urbana.
Aquella pugna se vio reflejada en el hogar, cuando René, “mal aconsejado por sus amigos, la empezó a celar, dejó de darle parte de su sueldo para la manutención de la casa, la pegó y le prohibió volver” al Comité de Amas de Casa (CAC) al que Domitila había comenzado a asistir en 1963; siendo elegida secretaria general en 1965 (Garcés, 2012; citado en Albó, 2018). Un día, el reconocido líder sindical Federico Escóbar la encontró por la calle y le preguntó por su inasistencia a las reuniones del CAC, a lo que Domitila comentó la prohibición de su marido. Escóbar le ayudó a comprender el valor económico del trabajo doméstico no remunerado.
“Él me tiene que demostrar quién hace qué en casa” (Ibid.), pensó. “Yo le hice una huelga doméstica a mi marido. Ni cocinar, ni lavar, ni servirle ni nada de la casa. Le pasé la cuenta de lo que tenía que pagarme por todos esos oficios. En algunos casos era más de lo que ganaba en la mina” (Radialistas.net y Rosa de Luxemburgo Stinftung, s/f). Por un tiempo, no hubo objeciones para que participara del CAC.
En el CAC, Domitila participó de la crisis de los rehenes de 1963, hecho en el que las mujeres mineras demostraron —una vez más— su determinación y valía; en el conflicto de las pampas de Sora Sora, y también sufrió la masacre de septiembre de 1965, durante el gobierno del Gral. René Barrientos Ortuño. Tiempo después de aquel hecho llegó una comisión a la mina, “compuesta de universitarios, de la prensa, de la iglesia, para saber que había pasado en septiembre”. Nadie se animaba a denunciar lo sucedido por el miedo a las represalias. Domitila comprendió que ella como dirigente tenía que contar la verdad, y lo hizo. Al final de su intervención relata que “toditos lo[s] que estaban cerca mí me abrazaban y me besaban y me decían. ¡Qué bien que tú no te hayas ido…, que no nos hayas abandonado!... Ahora sí —me dijo uno de ellos— comprendo que es necesario que la mujer participe en todo” (Viezzer, 2018).
Dos años después tuvo lugar la masacre de San Juan, un 24 de junio. Tras denunciar enérgicamente el hecho, con su hija en brazos, junto a su esposo y otros mineros, Domitila fue apresada e interrogada, hasta por personal estadounidense de la Alianza para el Progreso y la CIA. En septiembre del mismo año fue nuevamente apresada y torturada en el Departamento de Investigación Criminal (DIC), lo que provocó la muerte de su bebé en gestación. La familia logró que Domitila fuera enviada a los Yungas, donde recuperó su salud con mucha dificultad. Allí cuestionaría profundamente sus acciones y consecuencias, llegando a pensar en claudicar. Sin embargo, con la ayuda de su padre y docentes universitarios que le enviaban libros, Yungas se convirtió en el lugar donde Domitila se encontró “consigo misma” (Viezzer, 2018). Pasados unos meses, retornó a Siglo XX, para continuar ejerciendo su cargo en el CAC.
A pesar de las trabas de la dictadura banzerista, en 1974, participó en la Conferencia del Año Internacional de la Mujer en México. En aquella oportunidad interpelaría algunas corrientes feministas. “Cuando nos damos cuenta, (…) la lucha es junta, del hombre y de la mujer, en igualdad de condiciones, de todo, y que cada uno tiene que ganárselo su espacio cambiando primero la mujer esa mentalidad (...) de que ella no puede, no debe, de que es pecado, de que es delito, y que ella siempre tiene que depender del hombre (…)” decía (Agudo y Chaska Mori, 2022).
En 1977, un 28 de diciembre, las mineras Nelly Colque de Paniagua, Aurora Villarroel Lora, Luzmila Rojas Pimental y Angélica Romero Flores iniciaron una huelga de hambre contra el banzerato, pidiendo amnistía general irrestricta, elecciones, entre otras reivindicaciones. Domitila relata que al tercer día de iniciada aquella huelga inició otra junto a otras mujeres mineras en el diario Presencia, donde también se encontraban Xavier Albó y Luis Espinal. Finalmente, producto de la presión popular manifestada en la huelga general indefinida, la dictadura no tuvo más que aceptar las demandas. Desde entonces Bolivia iniciaba el largo camino hacia la democracia, sin embargo, con los años la líder minera concluyó: “me da lástima, y a veces también vergüenza, ver el tipo de democracia que se construyó utilizando nuestra lucha” (Viezzer, 2018).
La Segunda Conferencia Mundial de Mujeres en Copenhagen se llevó a cado en 1980. Domitila aprovechó este espacio para denunciar el golpe de Estado perpetrado por Luis García Meza, el 17 de julio de aquel año. El resultado fue su exilio en Suecia por dos años, donde al menos pudo reencontrarse con su familia.
De nuevo en Bolivia, vio cómo su vida en la mina terminaba en 1985, cuando “(…) los expulsaron de la mina porque en Bolivia se había establecido el modelo neoliberal, entonces, a través del Decreto 21060 nos desalojaron de todos los centros mineros (…)”, recuerda (Agudo y Chaska Mori, 2022). En respuesta, al año siguiente, sucedería la última gran movilización obrera en el país, la “Marcha por la Vida”, en la que también participó el CAC. Frenada por los militares, la marcha no llegó a La Paz, no pudieron frenar el despido masivo de mineros.
Domitila continuó su vida en Cochabamba, se separó de su compañero, mientras que sus hijos e hijas decidieron continuar viviendo en el exterior (KAS, 2008). Ahí, desde 1990, empezará a funcionar la Escuela de Formación Política Móvil “Domitila Barrios”.
Falleció un 13 de marzo de 2012. Domitila es resultado de la sabiduría, de la fuerza, del coraje de un pueblo. Sin duda, es una de las máximas expresiones de la combatividad y rebeldía de la mujer minera boliviana.
Bibliografía
Comisión Nacional de los Derechos Humanos México (s/a). Muere Domitila Barrios de Chungara líder minera boliviana. Feminista defensora de la lucha conjunta de mujeres y hombres contra la explotación laboral. Segura Graiño, C. (1998). Diccionario de mujeres de la historia. Madrid: Espasa Calpe. UMSA (2011). Domitila Barrios de Chungara.
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